domingo, 26 de febrero de 2017

La inmortalidad

Hay personas que vencen a la vida a pesar de haber muerto. Son aquellos individuos que luchan, que no se rinden, que sueñan, que se sacrifican por cumplir un sueño. Un sueño, siempre relacionado con cambiar el mundo, mejorarlo. De hecho, ¿quién no quiere obtener una sociedad mejor? La respuesta es clara: nadie.
Pero, ¿quién lo intenta hasta el último aliento? ¿Quiénes de verdad se dejan la piel, los órganos y, con el sudor en la frente proveniente de su esfuerzo, apenas pueden ver siquiera? ¿Existe alguien cuyo aliento se desvanezca, simplemente, por cumplir su sueño?


A esta clase de personas, las denomino Los inmortales. Y sí, no pueden morir. Aunque quizás pensaréis que la inmortalidad es vivir infinitamente. Pero no, al igual que los "para siempre" que nos prometemos, físicamente, no son eternos. Hablo de que tus acciones, tus hechos, tus palabras y tus pensamientos permanezcan durante siglos, milenios, generaciones, hasta el fin de los tiempos. 
Ser inmortal es dejar tu firma en la historia. Ser inmortal significa que la gente te tome como ejemplo, a pesar de que nunca te ha conocido ni podrá hacerlo.

Y no puedo, en este momento, evitar no mencionar a uno de ellos. Hubo un hombre llamado Galileo Galilei, cuya vida no consistía en otra cosa que en el estar encerrado, con sus horas dedicadas al estudio, observando los astros. Descubrió que la Tierra no estaba en el centro del universo, que se movía, y que, por tanto, era el Sol el centro sobre el cual los planetas giraban.
Obligado por las creencias populares y las verdades institucionalizadas, fue llevado a juicio. En la rebeldía última, después de verse forzado a abjurar y a negar toda la veracidad científica que había conocido, dijo las famosas palabras, en el italiano antiguo: "eppur si mouve", que en nuestro castellano actual quiere decir "y, sin embargo, se mueve". 

Fue el acto de rebeldía ante la resignación y el conformismo de su sociedad. Todo el mundo pensó que se equivocaba, que no podía ser posible, que las horas de sueño que se había quitado de encima por conocer la verdad habían sido empleadas en vano.
Es la metáfora de que cuando los de tu alrededor ven que quieres lograr algo, te dicen que es imposible, que no eres realista. Sin embargo, tienen razón. Para ser inmortal no hace falta ser realista. 
Pensadlo bien, ¿Leonardo da Vinci fue realista cuando diseñó una máquina que permitía al ser humano volar? ¿Einstein era realista cuando pensaba que Newton se equivocaba y cuando declaró que el tiempo no es más que otra dimensión del universo? ¿El que creó Internet era realista cuando imaginó que todo el mundo podría estar en contacto solamente a través de un ordenador?

Cuando alguien quiere realizar sus aspiraciones, no se es realista, simplemente, las persigue y se pone manos a la obra.

Muchos os preguntaréis por qué estoy escribiendo ahora mismo sobre este tema, a la vez profundo, y, al mismo tiempo olvidado un poco por la gente.
Ayer falleció Pablo Ráez. Una persona joven, a la que le diagnosticaron leucemia en 2015. Muchos, al verse en esa situación, verían cómo el mundo se les caería encima, que se rendían, y preferirían no soportar la espera de nuestra amiga de la túnica negra y su guadaña. 
Pero no, esto solo le hizo más fuerte, se propuso retos, y quiso cambiar el mundo. Con su increíble optimismo, su fuerza espiritual y alma en forma de coraza, empezó a moverse por las distintas redes sociales, con el objetivo de que en España hubiera un millón de donantes de médula ósea (donde actualmente existen tan sólo doscientos cincuenta mil). Y sí, puede que no consiguiera dicha meta, pero logró que las donaciones de médula ósea en Málaga aumentasen en un mil trescientos por cien en tan solo un año. A parte, fue todo un ejemplo de superación, fuerza, coraje y valentía.

Él mismo siempre decía que la muerte forma parte de la vida, que no existe motivo ni para rendirse ni para no estar feliz. Si lo pensamos bien, podemos cambiar nuestra forma de pensar si en vez de decir que "estamos viviendo", expresamos que "estamos muriendo", y que nuestra existencia no es más que una vela que se consume por el paso del tiempo. Pensad que la esperanza de vida son unos ochenta años, y pensad también que muertos vamos a estarlo durante el resto de la eternidad.

¿No os resulta curioso cuando te das cuenta de que esas personas que pueden ver que tienen a la muerte en los talones, son los que luego te enseñan a disfrutar de la vida? Puede ser porque el hecho de ser inmortal no depende de cuánto vivas, sino de cómo lo hagas.

Esta persona luchó hasta el final, y su lucha se ha quedado plasmada en nuestros corazones, ha penetrado a nuestra sangre, y bombea nuestros pensamientos de una forma más rápida, haciendo que el latido de nuestras ideas se oiga más fuerte. 
Mi mente no puede evitar, ahora, tener en proyección la imagen de la flecha atravesando el pie de Aquiles, demostrándole que la muerte, también se encontraba en su talón, y, sin embargo, demostró su valentía hasta el final.

Aquiles era un guerrero. Pablo Ráez también lo era. Existen los llamados "guerreros pacíficos", llamándose así porque con su espada cortan todo miedo. No temen a nada, disfrutan de lo que hacen, son ágiles en la vida, y tienen suerte. 
Pero la suerte mucha gente la entiende como eso de que te toque la lotería comprando solamente un boleto. Como el gran héroe griego dijo en sus tiempos: "la suerte, favorece a los valientes". La suerte no es quedarte quieto y esperar que la vida se resuelva sola. La suerte es esa oportunidad que se te da casualmente cuando vas luchando por conseguir tus sueños. La suerte no es más que una recompensa al que trabaja.

Porque, esperando la muerte en el sofá, solamente hará que desees morir, estés de buena salud o no. Pensarás que no vales nada, no tendrás ninguna ambición, y te volverás drogadicto de las distintas cosas que producen resignación en nuestra sociedad. Tanto tiempo mirando una pantalla para que luego te des cuenta de que la vida no está dentro de ella, sino fuera.

Y preguntaos de qué nos sirve todo eso. De qué nos sirve el presumir de felicidad material si por dentro estamos rotos. De qué nos sirve tantos tejidos, si estamos descosidos. De qué nos sirve estar realizando aquello que no nos gusta. De qué nos sirve hacer algo si no es para hacer feliz a los demás.

Nada nos sirve absolutamente de nada si no es para ser felices. Si no es para mejorar el mundo en el que vivimos. Y sí, hay personas que vencen a la vida a pesar de haber muerto, unos los conocemos más, y otros menos. Por eso, exijo vuestra rebeldía ante el conformismo. 
Las revoluciones están en la mente, prended la mecha y divulgad vuestros sueños. 
Cambiemos el mundo. 
Demostrad que, sin embargo, nos movemos. Seamos, inmortales.



"Galileo ante el Santo Oficio". Pintura del siglo XIX, por Joseph-Nicolas Robert-Fleury

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