jueves, 1 de junio de 2017

Vacío

Como una copa cuando no hay bebida, un cristal transparente donde para nada hay cabida.
Como una casa cuando está sola, con la lluvia en los ventanales, sin cuadros ni paredes, sin parientes ni vecinos.

Me siento vacío, lleno de dudas existenciales por dentro.

Absolutamente roto y descompuesto por el alma que me prometió un 'para siempre', y ahora veo que nunca, nada será eternamente.
Tengo la mente tan en blanco que hasta las palabras me salen solas, sin ni siquiera un segundo de razonamiento.
No me centro, soy más de pensamientos radicales y de extremos.
Respiro hondo y no me lleno, los pulmones pueden que estén negros por el humo que fumaba procedente de los vapores de tu cuerpo.
No me hace falta tiempo, el tiempo se quedó para los que llegan tarde, y yo seré puntual hasta el día de mi muerte. Tiendo a pensar que ya estoy inerte, muerto.
No miento si digo que me expreso, que noto cómo el deseo se va apagando, mi corazón desacelerando, y mi pulso perdiendo intensidad por la caída de las hojas de la positividad.

Mi vida recorre los mapas del cronómetro, y yo sigo preguntándome si soy el mismo, si no modifiqué mi química para poder realizar experimentos más arriesgados, como derrotar al libre albedrío y dirigir mi propia geografía.
Mi energía es más pasiva que activa, está intermitente frente a posibles fuentes de sucesos incoherentes. Ya no hay futuro en este presente simple y tan imperfecto, fruto de remordimientos y llantos que dejan a su paso no más que tallos sesgados de la planta de la felicidad, esperando a que las semillas vuelvan a sembrar la cosecha para alimentar esta tristeza.
Este hambre, tan característico y que no se llena con alimentos, sino con afecto procedente del agricultor más cercano y selecto.
Selecciona cauteloso su flor, y entre azucenas y lirios se pierde con dolor.
Ese olor, le recuerda a corazones que se requebrajaron y que ya jamás volverán a ser lo que eran: dos seres solitarios que se encontraron para perder la guerra. Una batalla a nivel mundial que ya no usaba armas, sino la destreza.

Una persona que pone su sudor, sangre y esfuerzo a tu disposición, y que apuesta una vez más por ese trozo de tierra tan marrón y podrido, lleno de hormigas, enigmas y misterios.

Estoy ebrio, esperando a que las venas respondan a los movimientos de mi cuerpo, respirando mientras este sollozo tan pobre no deja decir ni un par de adverbios.
Tengo dos argumentos para decir que existo: que soy consciente y que no me entiendo.
Solamente mis labios son aquellos que pueden moverse, pidiendo permiso hacia su amo, haciendo caso omiso a los avisos y desafiando a quien un día decidió cerrarlos.
Quieren decir 'lo siento', pero saben que es tarde, que ya nada arregla esta situación de espanto con su ruego y estremecimiento.

Pueden gritar todo lo que quieran, que el daño ya está hecho.


El vacío de mi ser, está completo.



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