domingo, 12 de marzo de 2017

Un sistema de pensiones, ¿sostenible?

El sistema de pensiones, al menos en España, es la mayor partida del gasto público de nuestro Estado, pero sigue sin alejarse del todo de la media europea (un 11% sobre el PIB) . Aún así, ha sido bastante polémica la noticia del derroche de nuestro gobierno de la llamada “Hucha de las pensiones”, es decir, el fondo que garantizaba en situaciones de recesión el pago de las remuneraciones a los jubilados. De esta forma, el agotamiento de dicho fondo llevaría a nuestro sector público a endeudarse como la única vía alternativa a resolver dicho problema (en el caso de no efectuar ninguna política).

Así, el envejecimiento de nuestra población, donde va cobrando cada vez más importancia relativa el número de las personas mayores de 65 años, está poniendo en jaque la supervivencia de nuestro sistema actual, llamado “de reparto”, que consiste básicamente en la cotización de los trabajadores y empresarios por medio de impuestos, y, con el dinero recaudado, se consigue pagar las pensiones de las personas jubiladas. En otras palabras, el Estado español hace de “distribuidor” de las cotizaciones obtenidas.
Lo que la mayoría de los expertos piensan, es que nuestro sistema de pensiones es totalmente insostenible, debido a que nuestra pirámide demográfica cada vez se va ensanchando más respecto a las personas de la tercera edad que las que están en edad de trabajar, y por ello, necesitamos una vía alternativa para poder recaudar los ingresos que faltan para que nuestros mayores puedan mantener el nivel de bienestar con el cual estamos acostumbrados a vivir.
Políticas hay varias, como, por ejemplo, una subida de los impuestos y las cotizaciones para conseguir aumentar los ingresos del Estado, una disminución de las pensiones que están recibiendo los ciudadanos jubilados, o, incluso, el aumento de los años a los que se permite jubilar.

Siendo ya sinceros, pienso que la edad de jubilación debería aumentarse, como mínimo, hasta los 67 años. Fue una política aprobada anteriormente, pero inmediatamente derogada por la impopularidad que causó. Pero, tenemos que pensar exactamente en el momento en el que se exigió por ley que la jubilación sólo se le permitiera a las personas mayores de 65 años (salvo las excepciones que hoy en día conocemos). En él, la esperanza de vida era de unos 70 años. Ahora, nuestra esperanza de vida (una de las más altas del mundo, todo hay que decirlo) es de unos 83. Creo que estaríamos de acuerdo casi todo el mundo en relación a que la situación es bien distinta: cada vez se jubila más gente respecto a los que trabajan y cada vez se pagan más pensiones (en su totalidad) porque los pensionistas poseen un mayor esperanza de vida.
Pero, no olvidemos que una persona trabajaría hasta cierta edad siempre que estuviera en perfectas condiciones, tal y como estamos acostumbrados a ver. No se trata de que estemos infinitamente trabajando como animales de carga, sino de que, entre todos, podamos hacer un esfuerzo con el objetivo de no endeudarnos tanto gracias al pago de pensiones. 
Aún así, mi opinión real es que cada ciudadano debería obtener la jubilación en el momento que él mismo quiera. No somos nadie para imponernos ante los deseos de las personas, y estas deberían ser responsables de las consecuencias de sus actos. De esta forma, me gustaría pensar que podríamos convivir en un Estado donde las personas pudieran hacer lo que quiera, aunque, realmente, sabemos que con un sistema de pensiones de reparto es prácticamente imposible practicar dicha utopía.


En cuanto a aumentar los impuestos, simplemente pienso que es como aplazar el problema. Si cada vez que necesitamos financiación para las pensiones aumentáramos los impuestos, al final entraríamos en un círculo vicioso donde robaremos poder adquisitivo y entorpeceremos distintas actividades económicas por tantas cotizaciones y tarifas impositivas. Así, no creo que sea la solución más óptima dicha política, aunque sí podríamos afirmar que es una vía que evitaría el endeudamiento del sistema público en un momento de urgencia de pago de las transferencias a los pensionistas.
De esta forma, solamente nos queda afirmar que el modelo es insostenible, y que la única alternativa para garantizar unas pensiones sin que ocurran problemas colaterales, podría ser cambiar o modificar el propio modelo, intentando mirar hacia otros países que poseen unos sistemas de pensiones totalmente distintos y perdurables.
Así, aunque existen decenas de tipos de sistemas de pensiones, nos vamos a centrar en dos: el sistema mixto y el sistema de capitalización puro.
El sistema de pensiones de capitalización puro es el que se desarrolla y se encuentra vigente en países como Estados Unidos, Canadá, Singapur, Chile o Suiza, donde los trabajadores llevan a una cuenta un aporte individual de forma mensual, obligatorio por ley, que luego utilizarán para subsistir en los años de jubilación. En caso de que una persona no llegue a la pensión mínima establecida por ley, o, simplemente, no haya podido recaudar el suficiente dinero como para poder llevar una vida de bienestar, el Estado se encargaría de este problema realizándole a las personas necesitadas aportaciones para complementar su pensión, que son recaudadas a través de impuestos. Dichas transferencias depende de la legalidad de cada sistema público donde, por ejemplo, en Estados Unidos el máximo aporte que te puede hacer el Estado es de unos 5,000€ anuales.
Por otra parte, encontramos el sistema de pensiones mixto, donde su sostenibilidad depende exclusivamente de aportaciones procedente del sector púbico, y de, también, capitalizaciones en el sector privado. Suecia es uno de los países que poseen dicha forma de organizar el pago de las retribuciones a los pensionistas, donde el tipo de cotización suele ser aproximadamente un 18,5% sobre el salario bruto (un 16% se suele destinar a las arcas públicas, y un 2'5% a un plan de pensiones individual y de carácter privado).


Y, ¿cuál de ellos sería aplicable para España? Siempre hay que mirar el tiempo hacia el cual queremos resolver el problema. A medio o largo plazo, el sistema mixto impuesto en Suecia pienso que sería la mejor opción, ya que las pensiones de nuestros jubilados no dependerían exclusivamente de cuántas personas hayan en el mercado laboral con respecto a cuántas estén recibiendo la pensión, sino que, además, dependerán de la aportación que hagan a un depósito por su propia cuenta. Esto, aún así, causaría miles de incógnitas, como por ejemplo: ¿qué pasaría con las pensiones de las personas que ya están jubiladas o las que están a punto de estarlo? ¿Qué ocurriría con aquellos que apenas hayan podido reunir suficiente ahorro para su vida fuera de la población activa? En este caso, podríamos afirmar que el Estado debería solventar esta clase de problemas con una serie de prestaciones para aquellos ciudadanos que no hayan podido ahorrar lo suficiente.


En cuanto al sistema de capitalización puro, pienso que es el más sostenible, ya que depende exclusivamente de las aportaciones individuales que realizan los trabajadores en su vida laboral, dejando a un lado el problema del gasto público y del endeudamiento masivo como forma de financiar los impagos del sistema público. Pero, no debemos olvidar que, casualmente, este modelo ha sido desarrollado en países con una situación de pleno empleo. En España, un territorio donde nuestra media de tasa desempleo desde el año 1975 ha sido, aproximadamente, del 15%, es claramente imposible que este sistema funcionara mientras nos encontráramos en la misma situación productiva, ya que existirían demasiadas personas que se verían excluidas de obtener una pensión mínima para poder subsistir. Es por ello que pienso que el modelo mixto es la mejor opción.
También, ha habido algunos problemas con los sistemas de pensiones de capitalización puro, sobre todo en Chile. En este país sudamericano, donde las pensiones consisten desde 1981 en aportaciones individuales (de forma obligatoria) a fondos de pensiones privados con cotizaciones del 10% (según las exigencias del Gobierno), hemos encontrados situaciones desfavorables donde muchos pensionistas están cobrando en su pensión solamente el 35% del último salario percibido (muchas veces se llega a los 230$ mensuales), mientras que en España se suele recibir el 70 o 75% sobre el último salario percibido, lo que imposibilita la subsistencia de los jubilados.


Esto, en su mayoría, se debe exclusivamente a las exigencias de sus gobernantes, donde se recomendó en su momento una aportación mensual del 10% al depósito, mientras que en España, la suma de las cotizaciones que van destinadas al sistema de pensiones es el 28% (aproximadamente) de nuestro salario. Es lógico que, al final, se acabe recibiendo una pensión menor si haces una aportación más pequeña de forma mensual con tanta diferencia.
En conclusión, nuestro sistema de pensiones poco a poco va demostrando su incapacidad de supervivencia debido al envejecimiento de nuestra población, y ya está habiendo países, con exactamente el mismo modelo que el español, que se están viendo obligados a recortar de forma desproporcionada las pensiones o a endeudarse para financiar la partida del gasto público en pensiones. Grecia es un claro ejemplo, donde su gasto público en pensiones sobre el PIB es aproximadamente del 16%, la cifra más alta de toda la zona euro. A su vez, esto ha generado un conflicto interno dentro del país, donde Syriza, el partido elegido en las elecciones, se presentó a la candidatura con un objetivo claro en su programa: proteger las pensiones de los jubilados. Esto fue debido a los numerosos escándalos que produjo el partido anterior: Nueva Democracia, que el recorte en las pensiones provocó la indignación de los jubilados, donde recuerdo en los medios las noticias de algunos suicidios de pensionistas porque su pensión no les llegaba ni para poder alimentarse. Finalmente, la cantidad de endeudamiento que poseen ha ocasionado que no pudieran cumplir su promesa electoral, bajando el poder adquisitivo de los pensionistas, a la vez que subían todo tipo de cotizaciones e impuestos.


¿Es ese el futuro que estamos obligados a vivir? ¿Trabajar durante toda una vida de forma cada vez más productiva, para que después se nos vaya pagando menos en el momento de nuestra jubilación? Grecia parece que opta por la continuación de un sistema de pensiones condenado al desastre. En cambio, en nuestro país están surgiendo ideas y pensamientos de reforma para nuestro modelo, donde, por ejemplo, el Banco de España dejó caer el comentario de, por qué no, empezar a obligar a los ciudadanos a que ahorren de forma individual para su futuro. En caso contrario, nos veríamos trabajando en un futuro a edades más tardías, con unas tarifas impositivas más altas, y viviríamos con la incertidumbre de si, de verdad, en el momento de nuestra jubilación podremos llegar a cobrar nuestras propias pensiones.


Sin embargo, una parte es la teoría, y otra la práctica. Pienso que lo que debería de hacer un buen gobierno es preocuparse a largo plazo del bienestar de sus ciudadanos, aunque, lo que estamos acostumbrados a ver es totalmente lo contrario. Todos sabemos que, como máximo, cuentan con 4 años al frente del país, y es por ello que siempre optan por medidas fáciles, de no tan mala popularidad, para así poder retener el poder en sus manos y no en la ciudadanía. Unos lo llaman clientelismo, otros democracia, pero, lo que está claro es que el voto decide aquello que queremos, pero no tenemos por qué saber lo que queremos.

Y, por ello, estoy absolutamente seguro que este problema se irá alargando, donde se irán poniendo los parches, ya vistos, del aumento de los impuestos y el incremento de la edad de jubilación, dejando a un lado la cuestión de reforma o mejora de nuestro sistema de pensiones que, ha quedado demostrado, que es totalmente insostenible.



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