lunes, 23 de noviembre de 2015

¿De qué nos sirve?

¿Es útil el acoso acaso? Algo tan malo, nadie se lo merece, ni siquiera, el propio diablo.


Ahí va el mismo de siempre, dispuesto a mancharse las manos de sangre.
Se encuentra dispuesto a ponerse los guantes, y en cuanto ve a su víctima, la atrapa, la agarra, la destroza, y disfruta de su acción de forma consciente.
Son unos profesionales, están acostumbrados a ver tales imágenes. Su padre no le quiere, le maltrata. Su madre mira para otro lado, mientras el otro le machaca. 
Han sido educados para eso, es premeditado y se encuentran determinados.
No les pagan, pero como si lo hicieran.
Seguramente, alguna que otra vez, habrán mirado si pueden estudiar esto, pero en una carrera. Y ya saben que eso no existe, al igual que la razón eterna. Todos somos cuerdos hasta que nos dejan de dar cuerda.


Su presa, no se encuentra tan dispuesta a colaborar, por eso le dan estímulos para que se convierta en un mártir más.
Solo quiere estar solo, pero ellos no piensan, no pueden ni quieren intentarlo, ya que disfrutan apasionadamente de ver como se retuerce mientras no puede defenderse.
Le da vergüenza asumirlo, lo mantiene en secreto, como el mapa de un tesoro.
Todos preguntan qué le pasa, se interesan demasiado, salvo, la madre, que piensa en compras, y el padre, en su trabajo. Se preocupan, quieren ver por qué su hijo saca peores notas, porque, lo que sienta, da igual. Lo único que importa es si puede estudiar y convertirse en otro desgraciado sin ninguna felicidad que llevarse a la boca.

Porque, de la felicidad se come, y estos niños se están muriendo de hambre.


Se ven todos los días, como uno en un espejo, quién lo diría, que ves más a tus enemigos que a tus compañías. Pero él no tiene amigos, por eso lo escogieron, porque una presa sabe mejor cuando en la vida se halla indefensa y sin nadie que la proteja.


Los días avanzan, pero para él no. Todo es constante. Los insultos y puños avanzan proporcionalmente. Nadie sabe dónde acabará todo. Pero nuestro compañero no puede mirar a su futuro, se lo han arrebatado. Solo presente, ya que nada es eterno, ni si quiera la paliza que le dan en el recreo.
¿Dónde están esos profesores que algunos tienen como dioses?
Unos te defendían como si fueras su hijo. Otros pasaban, ya que no les gustaban los niños.


Si se lo digo, podrían pararlo, pero, ¿cómo lo evitarían? No pueden cambiarme de instituto porque no hay pruebas todavía. Todo iría a peor, sabrían que lo he dicho, y pagaría por ello. Tengo miedo, el aire resopla mientras el tiempo y la vida juegan conmigo.
Me tendré que enfrentar a ellos, aunque sea solo, pero ya lo hicieron otros y salieron victoriosos.
Es en la salida, cuando los veo con sus andares de chulería. Empiezo a pegarles.
Salgo perdiendo sí, pero conseguí lo que quería. 
Me llevaron a un reformatorio, por fin podía estar solo. Era feliz. Era libre. Me sentía como un pájaro entre las nubes.
Fue una lástima, que allí me encontrara con otros, que no solo me pegaban, sino que me violaban.


A lo que me llevó: ¿qué fácil habría sido todo si en la sociedad hubiera un poco más de comunicación?
Todos conocemos a alguien que sufrió acoso escolar, por eso esto se lo dedico a los más valientes que aguantaron hasta que no pudieron más. Porque esto fue una historia, una que pudo ser real.

Aunque, ¿y si el escritor las hubiera vivido pero le da miedo contarlas?

¿De qué nos sirve? Ahora ya no es uno quién llora, sino el mundo entero. La educación de los padres ha creado monstruos insalvables.


No hay comentarios:

Publicar un comentario