martes, 19 de enero de 2016

La báscula

Hoy le canto al amor, que vuelva a llamar a la puerta, o a la ventana, del dolor, que aún tengo causado en la parte más recóndita del corazón.
Sin ilusión, rasgando las venas mientras me tiemblan las piernas a pesar de que tengo ganas de correr y no de escribir, en una habitación perdida en el medio de un edificio, de una ciudad más grande que el vacío que me da pensar en el pasado que tengo presente en cada momento del futuro.


Y recuerdo momentos, momentos de mi infancia que esconden precisos instantes cuyas latentes experiencias no me atrevo ni a pensar. Pero si voy a contaros una cosa.

Una cosa pequeña, sin importancia, sin ni siquiera audiencia, pero que puede llegar a destruir familias enteras. Incluso hace perder vidas, en forma de asesinato o suicidio, además de sacrificio.
Sacrificio hecho por la sociedad para tener cuerpos bonitos, vientres marcados y cerebros poco superdotados, ante un físico esbelto que envuelve el comportamiento único de la humanidad: el miedo a unos números.

¿Su nombre? No tiene propio, pero si común, se llama báscula. Aquella que se anda entre las ramas cuando tu peso preguntas, que se te hace eterno hacer esa espera que marcará tu pensamiento. ¿Estaré gordo? ¿Estaré delgado? Tengo en frente un espejo donde me veo, pero prefiero verme a mí mismo marcado a kilogramos, o, en libras, para los británicos.

Báscula, peso, da igual el término. Llámalo cachibache, o balanza que juega a la ruleta rusa para marcar tu vida de forma permanente, sin ningún remordimiento ante tu persona.

¿Y no os parece extraño que esta clase de instrumentos causen enfermedades como la anorexia, la bulimia o la bigorexia? ¿No lo veis incongruente? ¿Le apreciáis el sentido? Porque si el sentido fuera la vista yo estaría ciego ante eso.

Y sí, medir nuestra capacidad física en números con decimales nos hace comportarnos peores que los primates. Ellos al menos no se ocultan entre las hojas o entre ropas. Ellos no tienen vergüenza de ser ellos, porque no son esclavos de la compra. No son unos siervos del consumir, del comer porque sí, del dormir ahora también, y el de coger el coche sin tener un por qué. Es un "sobredesarrollo" que me impacta tanto que me deja estupefacto, me da un infarto, pero antes me amargo y contemplo como personas se enfadan por tener más números en la báscula mientras otros no tienen medios para estar pendientes del peso.

Hablo de los países africanos. Sí, África, el safari, los leones, el hambre, la malaria, la fiebre amarilla, las dictaduras militares, los pozos sin agua, los colegios sin mesas ni lápices, las casas sin techo, la comida sin pan, el no tener derechos. Sí, seguid celebrando como esos números van bajando, bajando y bajando porque os habéis apuntado a un gimnasio, en vez de salir a correr a la calle, simplemente, por pereza. Sí, seguid comprando comida en bajas calorías aunque odiéis estar a dieta.

Otros tienen la necesidad de comer al menos tres veces al día, solamente. Es más, algunas veces tienen más fácil comprar un móvil que beber agua. Qué ilógico, pensaba que el derecho a la dignidad se respetaba en el mundo, y también suponía de que la ONU estaba para algo.

Y mientras vosotros, tenéis complejos por estar con sobrepeso, por no poder entrar en un vestido, o por no poder encontrar el amor más impuro de todos, el físico, existen otros seres a los que les encantarían subir a una báscula y decir que han engordado, que son más esbeltos, más sanos. Porque no por estar delgado vas a tener buena salud, hay que dejar atrás esa actitud sin inquietud, porque, por hacerlo, no verás la luz.

Que asco, que asco el creernos que fijarnos en unos números nos haría ser más perfectos. Que ilusos, que ilusos fuimos que nos lo creímos. Que bien, el ver que quedan personas que están con un cuerpo sin miedo a perder, porque son felices con su propia esencia, su historia, su vida y su merced.








7 comentarios:

  1. Es más que eso, somos seres humanos y como tales cometemos errores.A caso crees qué una persona con un tipo de transtorno alimentario se siente feliz al ver que mientras él no quiere comer hay otros que lo desean. Los trastornos alimenticios a veces no son sólo el hecho de querer tener un cuerpo perfecto, hay más q eso detrás. Concuerdo contigo en que es injusto nuestro comportamiento, pero a veces te preguntas, ¿Por qué me dejó? Porque... ¿No tenía un buen cuerpo? , ¿Por qué no me espero? Porque...¿No era lo suficientemente valiosa para que él me esperará?, ¿Por qué mi padre se fue con una mujer más delgada que mi madre? No me justifico pero a veces sólo quieres que te quieran, no la sociedad, sino la persona a quien tanto amas, ya sea tu padre o un chico que te gusta, etc. No me gusta estar publicando mi vida, pero esto me ha llegado muy adentro...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy de acuerdo contigo... este texto me ha cabreado. Hay mucho más allá, no somos tan crueles, si por mi fuera, toda la comida que no soy capaz de comer se la daría a todos esos pobres niños. Pero es algo muy jodido y muy grave. No son caprichos ni nada por el estilo.

      Eliminar
    2. A lo mejor es que lo que quiero hacer es cabrearos para que penséis.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. No sé de que hablas Pablo, yo ya me he recuperado, pero eso si, no me gusta que hablas o te expreses de esa forma con respecto a esas personas. Yo fui un día una de ellas y no tienes ni puñetera idea de lo que es.

    ResponderEliminar
  4. O sea, tu me conoces a la perfección, por lo que veo.

    Cada uno tiene su propia perspectiva y hay que respetarla, yo te respeto a ti

    ResponderEliminar