martes, 2 de febrero de 2016

Cárcel

Cárcel, cárcel con complejo de habitación, de hogar, de residencia, de hábito, de lugar con vistas grises, de cicatrices, de ruines elementos que tristezas visten. Cárcel como sinónimo de crecimiento, antónimo de estancamiento.



Y quiero escapar lejos de este recóndito sitio, sacar mis alas a volar sin dejar de tocar el suelo, sin ser visto. Sobrevolar es un mito, una leyenda más antigua que el mismísimo Jesucristo. No puedes escapar de las vivencias, del aprendizaje y de los problemas, porque la vida es eso, errar para superarse, equivocarse para ser mejor.

El mecanismo de existir, es darse cuenta de su propia existencia, ser tan consciente ella que no puedes huir del mísero destino que te toca comprobar y maniobrar para ver qué te toca hacer una vez pase el presente.

Y digo que es una maldita celda porque estás encerrado en ella, toca enfrentarse a la locura de crecer sin saber qué nos deparará al amanecer. Sin saber nada, porque creemos que lo sabemos todo. Pero nunca conoceremos de forma infinita ni de manera absoluta, por la sencilla razón de que somos imperfectos, por el simple motivo de que erramos más que vivimos y que somos el ser que tropieza una y otra, y otra vez, con la misma maldita piedra.

Por ello estoy seguro de que es un error negarlo todo, olvidar lo vivido, e intentar hacer un libro desigual al anterior, cuando solo tienes que pasar página.

Hay que mirar a los ojos a la vida, como si fuera un amante, que aunque no lo quieras de verdad, sabes que está ahí, que forma parte de ti, y no lo puedes obviar.
No nos queda otra que enfrentarnos a ella, de observar los barrotes y de cogerlos sin temor, haciendo como si ya nada nos doliera, como si ya nada nos diera pavor. 
Cógelos, pálpalos, acarícialos, sonríeles, mantente agradecido, ellos hacen por tí más que cualquier ser de este planeta que exista.

Es una cárcel, si, un cuartel, una celda, una fortaleza, un palacio, un presagio, un regalo, una esclavitud, una plenitud, un presente, una salvación, porque nos salva de las garras de la muerte.

Puede que estemos atrapados en ella, pero quizás, y solo quizás, esa cárcel es lo que nos mantiene vivos, aptos, innatos, activos, enérgicos, espabilados y bravos. 

La vida son las cuatro paredes de las que no podremos jamás salir, pero hay que aferrarse a ellas para, en paz, poder vivir, y así, poder llegar algún día a ser feliz.

Por cierto, hoy vi esos barrotes, esas cuatro paredes, esa celda. Era preciosa. Hoy por fin encontré la forma en la que se disponía a abrigarme esa jaula sin piedad. Puedo que decir que la amo, y ella me miraba sonriéndome. Al fin soy feliz, y al mismo tiempo libre, porque aunque dependa de la vida, puedo decir que la he visto, acariciándome, me he dado cuenta de su existencia.

Ya tengo consciencia, mi esencia es mi vida, y prescindir de algo tan bello, de algo tan lleno de pleitesía, de cortesía, es un pecado penado por el reino de los cielos, por Dios y por mi alma propia.




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